Introducción
Comprender las Lunaciones no es sólo tocar una parte importante de lo que es la Astrología en su riqueza simbólica, sino también tocar lo más importante de la estructura energética del ser, es decir, las luminarias.
Existe un profundo nivel de comprensión de lo que aportan las danzas del Sol y la Luna, a partir del cual podemos trabajar aplicándolo dentro de distintas técnicas de previsión, como las revoluciones lunares mensuales o los grandes ciclos Soli-Lunares de las progresiones secundarias.
Este nivel de comprensión está arraigado en los significados arcaicos del Sol y de la Luna, y debe necesariamente contextualizarse desde un punto de vista astrológico humanista o transpersonal. En términos generales, la astrología transpersonal es a la astrología tradicional lo que la epigenética es a la genética: una pretende determinar, la otra abrir las posibilidades de lo determinado. En astrología, existe una determinación: la carta natal. No puede cambiar ni modificarse. Pero sí podemos (y afortunadamente) elegir cómo utilizarla para lo mejor y no para lo peor, como cualquier ser humano con sus cualidades y sus defectos, que elige honrar sus cualidades y no dar prioridad a sus defectos. Sin embargo, si estos últimos salen a la luz de forma indeseada e inconsciente, tendremos que trabajar conscientemente para comprenderlos, reconocerlos y transformarlos para que se conviertan en una verdadera fuerza. Como lo definen los sabios: «las personas más luminosas son aquellas que se han beneficiado de los momentos más oscuros de su vida».
¿No se trata de eso?
De aprovechar una hermosa cuadratura de Plutón al Sol, una hermosa oposición de Neptuno a Saturno, y tantos otros aspectos que no nos hacen sufrir en vano, sino que nos animan a evolucionar, a través del reconocimiento y trascendencia de nuestra herencia transgeneracional, y del empoderamiento individual, solar. Por supuesto, para que esto sea posible, tenemos que estar dispuestos a dejar que suceda. De la planta a la taza, el esfuerzo que supone transformar los granos de café cuenta tanto como la calidad del café en sí (¡y sé de lo que hablo!).
Los aspectos Sol-Luna son fundamentales en una carta natal. Dan fe de una comunicación entre las dos luminarias, que desempeñan un papel fundamental vinculado a la identidad y la personalidad del ser en cuestión.
El Sol simboliza la identidad, la vitalidad, la confianza, una personalidad que se afirma conscientemente en sí misma y hacia el exterior. La Luna simboliza las emociones, la memoria, el pasado, la familia, el refugio, el yo interior, la intimidad...
A menudo se les atribuyen los símbolos del padre y la madre, pero yo he encontrado más a menudo una correspondencia padre-madre en Saturno-Luna que en Sol-Luna. El Sol «era» la proyección de lo femenino sobre lo masculino en una época en la que el machismo no daba libertad a las mujeres, pero esos tiempos ya pasaron. El Sol es el centro. La estrella. Su complemento, el Sol esotérico: Urano. Un Sol constelado, no al servicio del selfie, sino de algo más grande, colectivo y compartido.
El solar, que brilla durante el día, iluminando la mente consciente. La lunar, que sigue fases y ciclos que nos llevan de las noches oscuras de la ignorancia al brillo de las lunas llenas.
Cuando están en aspecto, hay comunicación entre lo consciente y lo inconsciente, lo visible y lo invisible. Las emociones y la sensibilidad lunar impregnan la personalidad, dándole el poder de acercarse al yo íntimo, profundo y, de un modo u otro, auténtico. Cuando el Sol danza con la Luna, no existe la apariencia, porque el yo está en contacto con lo íntimo, lo emocional, lo sensible. La personalidad solar se impregna de la autenticidad del niño interior simbolizado por la Luna.
Las fases lunares complican enormemente este vínculo, y las posiciones angulares de estas fases, que representan aspectos de tensión entre las dos luminarias, harán que la personalidad y la confianza sean permeables a los estímulos externos en un conflicto de madurez y de apropiación de la seguridad interior que permite al individuo desarrollar la resiliencia.
Las 4 fases principales son las siguientes:
La Luna Nueva, en conjunción con el Sol
Primer Cuarto, primera cuadratura al Sol
La Luna Llena, opuesta al Sol
Último Cuarto, segunda cuadratura con el Sol
Cuando la Luna forma uno de sus aspectos con el Sol, considerando un orbe lo suficientemente grande para el contacto entre las dos luminarias, podemos experimentar muchas dificultades que pondrán en peligro nuestra capacidad para avanzar y afrontar las situaciones adversas que sin duda nos deparará la vida para hacerla más....apasionante.
Las emociones invaden la personalidad con un sentimiento constante de inseguridad que nos «impedirá» desarrollar una autoestima digna de tal nombre. Esto puede estar relacionado con un sentimiento de «desierto emocional» experimentado durante la infancia.
La persona tendrá tendencias regresivas ligadas a la dificultad de superar experiencias pasadas, especialmente traumáticas. Para un individuo Sol Luna, los traumas pueden aparecer con gran facilidad debido a las características de «esponja» de la personalidad. Esto puede conducir a una gran susceptibilidad. La Luna Solar «absorbe», no es impermeable a las situaciones externas, y las absorbe, las graba, las recuerda y las arrastra. Hasta que el «disco duro» está demasiado lleno y hay que «limpiarlo» .... En psicoterapia (o en cualquier otro lugar).
El individuo tendrá, por tanto, la capacidad de sentir profundamente, de vivir demasiado cerca de sus emociones, las cuales invadirán constantemente su consciente. La emotividad, la receptividad y la fragilidad harán que la persona sea inestable, insegura, frágil y vulnerable. Ante estas condiciones, es probable que busque compensación en vínculos protectores y dependencias emocionales. La infantilidad o inmadurez del individuo puede ser muy compleja de vivir, no sólo en detrimento de la confianza solar, sino también de la estructura saturnina.
Hay una falta de fuerza y de voluntad ligada a la no aceptación del yo y a la «intoxicación de los recuerdos» que dará lugar a este sentimiento de impotencia en el origen de toda depresión. El retorno al pasado envolverá la conciencia a través de sentimientos de tristeza, nostalgia y apego. Se trata de la «victimitis», la enfermedad de sentirse víctima y aceptarlo como tal, lo que impedirá cualquier posibilidad de mejora.
Se trata de una deficiencia de la personalidad que también puede dar lugar a trastornos de la personalidad (sobre todo si el aspecto afecta a la casa 12).
Describimos los efectos pero no los orígenes, ya que el astrólogo no está para adivinar lo que ha dado lugar a estas deficiencias.
Los aspectos tensos entre la Luna y el Sol son realmente complejos, porque así como un Sol-Saturno tiende a volverse duro como la piedra, un Sol-Luna es blando como el lodo. Está claro que se pueden desarrollar mecanismos de resiliencia y que es posible transformar estas debilidades en fortalezas, pero se tendrá que aceptar ciertas condiciones que simboliza este aspecto. Se tendrá que distanciar de la percepción emocional de la vida para intentar acercarse a una visión objetiva, tener en cuenta una necesidad permanente de exteriorización emocional, ayudarse a limpiar los recuerdos con la necesidad de perdonar y «reconciliar» los recuerdos familiares y transgeneracionales que están en el origen de la herida infantil que todos llevamos dentro, y también encontrar el «ritmo de vida» adecuado para poder orientarse y sentar unas bases sólidas para elaborar una forma de ser uno mismo... Necesitamos aceptar la sensibilidad y la emoción que nos acercan al verdadero yo, al niño interior, a la inocencia y a la auténtica belleza del ser. Los individuos Sol-Luna a menudo se acercan a los niños, porque éstos no representan ningún peligro, no generan inseguridad y permanecen en la inocencia latente dentro de la psique Sol-Luna.
Esta descripción algo generalizada de este aspecto del individuo Sol-Luna es sólo una introducción a lo que puede simbolizar en la vida de su nativo. Recordémoslo una vez más. No tenemos un aspecto Sol-Luna en nuestra carta, somos el aspecto, lo encarnamos, forma parte de nuestra estructura energética o simbólica.
Dicho esto, cada aspecto mostrará claras diferencias. No es lo mismo nacer en Luna llena que en Luna nueva, y para entender estas diferencias tenemos que remontarnos a los orígenes de las percepciones arcaicas de los movimientos de la Luna.
Las fases lunares
Cuando la Luna toca al Sol, es el momento en que el inconsciente se encuentra con la conciencia: es un punto de despertar. La danza del Sol y la Luna está vinculada a la distribución de la energía solar a la Tierra. Simbólicamente, esto es precisamente lo que hace la Luna: distribuye luz cuando está oscuro, es decir, da claridad y visión en el reino de la oscuridad, de lo que no podemos ver, del inconsciente.
La Luna es la mediadora entre el Sol y la Tierra. Dosifica la energía del Sol para que podamos recibirla con moderación, sin quemarnos ni hacernos daño.
Durante una Luna Nueva, la Luna no tiene brillo, ni energía, y atraerá nueva energía del Sol.
Las dos luminarias que se encuentran en el mismo lugar se desequilibrarán mutuamente, porque hay una concentración dinámica en un eje de la carta. Hay mucha energía, pero no está enfocada ni dirigida. Es una energía muy propia de Aries.
Luego viene la Primera Cuadratura, cuando la Luna reaparece en el cielo y empezamos a tener más conciencia, más claridad sobre lo que ocurrió en el momento de la Luna Nueva. Esta primera cuadratura está ligada a una fase de emergencia y estabilización.
Esta luz solar reflejada por la Luna será más intensa durante la fase de Luna Llena, cuando esté en oposición al Sol. La Luna está llena. ¿Llena de qué?
Del Sol.
Para la Tierra, es un momento de equilibrio. Eso no quiere decir que no haya tensión, porque hay oposición, pero la oposición es un punto de equilibrio cuya finalidad es repolarizar, equilibrar y compensar. Las dos luminarias distribuyen la misma luz y cuando una se pone por el oeste, la otra sale por el este.
Hay entonces una conciencia máxima de mi Luna (emociones, inconsciencia, etc.) y una capacidad máxima de materialización cuando la Luna vuelve a su forma llena. Por esta razón, la Luna llena siempre se ha visto como una oportunidad y una atracción para la consciencia. Existe una atracción gravitatoria máxima que ejerce una poderosa influencia.
La Luna se convierte entonces en el Sol nocturno.
La dificultad que se observa en la luna llena está relacionada con el exceso. La intensidad energética que produce puede alterar considerablemente el comportamiento cuando el individuo no es consciente de ello. Se vuelven compulsivos. En luna nueva por «ceguera», en luna llena por exceso de energía.
Después de la fase de luna llena, la energía comienza a reabsorberse y a disolverse de nuevo.
La luz de la luna disminuye, pero desde el punto de vista de la conciencia, es un momento más culminante, porque la luna ha pasado por todas las etapas y está iniciando el camino de vuelta. Es una luna que ha culminado y puede materializar un deseo maduro que conecta con el aprendizaje del camino recorrido.
Por supuesto, esta fase puede ser muy reevaluadora, insatisfactoria y emocionalmente compleja.
En realidad, sus distintas fases describen a nivel arquetípico los ciclos de manifestación de cualquier aspecto planetario. Recientemente se ha iniciado un ciclo Júpiter-Urano. Este ciclo se desarrollará progresivamente durante un periodo de 14 años, de acuerdo con las distintas fases de la cuadratura ascendente, la oposición, la cuadratura menguante y la conjunción de nuevo.
También podemos considerar no 4 fases sino 8 o 12, haciendo la interpretación más compleja y rica, a riesgo de generar confusión y perder de vista la esencia misma del aprendizaje que cada ciclo aporta.
Es a partir de esta semilla de comprensión que podemos no sólo entender la naturaleza de la fase lunar del nacimiento de una persona, sino también extender el simbolismo de las fases lunares en beneficio de la comprensión de los ciclos lunares progresados.
Progresiones
Es en el ritmo de las progresiones llamadas «secundarias» donde podemos utilizar los ciclos Soli-Lunares a un nivel de manifestación mucho más profundo. Las progresiones secundarias corresponden a una progresión del radix natal en la que un día de tránsito equivale a un año de vida. Así, si el Sol avanza 59 minutos en un día, aplicaremos este movimiento de 59 minutos del Sol a un año de vida.
Las progresiones secundarias son apasionantes y extremadamente funcionales, y tienen una serie de ventajas que son un gran complemento a otras técnicas como los tránsitos o las revoluciones solares.
Volviendo a los ciclos soli-lunares, vamos a tener luna nueva cada 29,5 días, lo que corresponde a un ciclo sinódico.
Por extensión, tendremos una luna nueva progresada cada, aproximadamente, 30 años. En otras palabras, en el cielo progresado, la Luna se encontrará con el Sol en conjunción cada 30 años, formando una Luna nueva.
Dicho esto, depende de cada uno de nosotros determinar a qué edad vamos a empezar un nuevo ciclo lunar, porque dependiendo de la posición del Sol y la Luna de nuestro nacimiento, podemos empezar un nuevo ciclo Soli-Lunar a los 3, 5, 9, 15, 22 o a cualquier edad antes de los 29 años de vida.
Los ciclos Soli-Lunares correspondientes a las posiciones del Sol y la Luna progresados son fundamentales dentro de la evolución del ser, de su autoconciencia, y determinan qué ciclo estamos viviendo y de verdadera ayuda. A menudo estas manifestaciones son tan sutiles que no podemos verlas, pero sí sentirlas.
Cuando llega la luna nueva progresada, es decir, la conjunción de las luminarias progresadas, es un punto ciego, o probablemente ni siquiera somos conscientes de lo que se ha sembrado. Identificar las vivencias y la atmósfera general de este nuevo ciclo es determinante para explorar los diferentes niveles de manifestación que traerá posteriormente dentro de las diferentes fases. La Luna Nueva progresada es la semilla. La semilla permanece bajo la tierra, invisible, imperceptible, y como fue sembrada por nuestro inconsciente no tenemos ni idea de lo que pasará con ella, así que es cuestión de sentirla.
Luego viene la Luna creciente en semicuadratura, ofreciendo la fase de inercia, seguida del primer cuarto con la fase de estabilización, ofrecida por la primera cuadratura Luna-Sol, donde poco a poco la Luna comienza a hacerse visible, a ganar vitalidad y fuerza de acción. Pero sigue siendo inmadura, joven e inexperta. La semilla ha germinado, pero aún no es lo suficientemente grande como para materializarse o saber lo que es. Se trata de una fase de estabilización típica de la energía canceriana.
Luego viene la sesquicuadratura, cuando la Luna gana poder y confianza, y después la Luna llena, la oposición. Esta fase de equilibrio, poderosa, atractiva y luminosa, aporta claridad. La semilla ha crecido y se ha convertido en lo que es. Lo que comenzó en la Luna Nueva encuentra su plenitud, en el mejor de los casos, en la Luna Llena. Le sigue una fase de Luna Diseminante que profundiza la visión obtenida por la Luna Llena y, a continuación, el Último Cuarto en cuadratura con el Sol. Esta es la fase culminante de la materialización, porque es la que posee tanto madurez como experiencia, la que ha recorrido el camino y sabe lo que ha traído. Es una fase Lunar poderosa y profunda, pero también cuestionadora, que comienza a hacerse nuevas preguntas, a comprender cómo, tras la culminación del ciclo, disolverá lentamente el aprendizaje asociado a él, para que pueda comenzar uno nuevo. Y esta es precisamente la siguiente etapa de la Luna Balsámica, que irá retrocediendo lentamente hacia la Luna Nueva.
Los grandes ciclos Soli-Lunares son fascinantes, y si sus movimientos parecen sutiles, a menudo se coordinan con situaciones y acontecimientos concretos que enriquecen enormemente la experiencia y la conciencia del individuo en cuestión. Cada fase representa una etapa. De un ángulo al siguiente, un viaje de 7 años y medio. De una lunación a la siguiente, 30 años.
Las lunaciones progresivas forman parte de los grandes ciclos evolutivos de cada individuo. Considerarlas como parte de la interpretación astrológica dinámica, el diagnóstico temporal o la previsión es de gran valor.
Hasta aquí la teoría, ciertamente introductoria pero instructiva.
Ahora toca observar y practicar. Porque la práctica hace al maestro.
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