Es más que interesante constatar que la Astrología no es sólo mundial o social, genética o individual, sino que es también un camino hacia la comprensión profunda de la naturaleza del sistema solar del que formamos parte y, por tanto, un camino hacia el conocimiento de la especie humana. En este sentido, alberga una semilla de espiritualidad. El Zodiaco es la encarnación perfecta de los diferentes aspectos y etapas de este viaje, que simboliza la experiencia humana en su totalidad y saca a la luz algunos aspectos muy apasionantes de la misma.
El Zodiaco simboliza el viaje del Sol: es un viaje que se manifiesta desde el punto de vista geocéntrico. Desde un punto de vista esotérico, y ésta es probablemente la especialidad de nuestra academia, el ser humano sigue un camino solar, es decir, un camino que conduce al Sol, al Ser. Dentro de la carta natal hay zonas de sombra, no reconocidas por nuestra conciencia, y zonas de luz con las que nos identificamos plenamente. Se trata entonces, y ésta es la verdadera tarea del astrólogo, de poder tomar plena conciencia de nuestra totalidad para revelarla, manifestarla, exteriorizarla de tal manera que ya no haya grandes posibilidades de que el destino manifieste experiencias de autoconocimiento "tan confrontativas", porque dejan de ser necesarias para el despliegue del verdadero Ser, del verdadero Sol.
En otras palabras, cuanto más manifiesto lo que soy, menos tiene que hacerlo el destino por mí.
El camino zodiacal es simbólico, no real. No hablamos de constelaciones (zodíaco sideral), sino de signos (zodíaco tropical). Por tanto, es real por dentro, pero no por fuera.
Este simbolismo refleja el funcionamiento del sistema solar, que es en sí mismo un campo de pruebas para nuestra dimensión espiritual, pero no el único.
El zodíaco es sólo una parte del lenguaje de la astrología, pero contiene una inmensa sabiduría. Comprendiéndolo, podemos abrir una puerta iniciática que puede resultar en la llave liberadora de muchos conflictos internos. Describir el zodíaco, explicarlo y comprenderlo es digno de un libro entero, pero eso no nos impedirá describir algunas líneas.
Una de las peculiaridades del zodíaco que más nos llama la atención es su cualidad dual. Todo funciona en dualidad, y vivimos en un mundo dual en el que realmente no podemos hablar de signos zodiacales individuales, sino de ejes zodiacales. Por ejemplo, no podemos entender Capricornio sin conocer Cáncer, pero analizando el eje comprenderemos que los dos son manifestaciones extremas de la misma dirección energética. Por extensión, también podemos entender el eje Luna-Saturno, es decir, el de los respectivos regentes de estos signos. La maternidad y la paternidad, el afecto y la autoridad, la raíz y la cumbre, la interiorización del yo y la culminación de la experiencia. Si tiramos de un lado, el otro viene por necesidad. Como una goma elástica, y de forma similar al efecto de retrogradación, cuanto más tiremos de ésta, más volverá a nosotros con fuerza. Del mismo modo, no hace falta decir que cualquier Capricornio reseco de soledad y arruinado en afecto puede reconocer el verdadero valor de un buen abrazo. Para cualquier caminante del desierto, cuanto más largos son los días, más sagrado se vuelve el pequeño abrevadero.
Para cada signo, su complemento. ¿Qué sería de la fuerza de Aries sin la elegancia de Libra? ¿Cómo podría Virgo estudiar lo visible sin entregarse a la presencia del misterio (Piscis)? Así, tarde o temprano, todo estudiante de Astrología se dará cuenta de que cuanto más busquemos respuestas en un punto de la carta, más tendremos que ir al otro lado para percibir la totalidad del eje. La dualidad es una condición profundamente terrenal. Hay un padre y una madre. Hay frío y calor, humedad y sequedad, blanco y negro, día y noche, 1 y 2. Vivimos en un sistema binario. El zodíaco nos ayuda a comprender esta dualidad y a explorarla, pero también a darle un ritmo, habida cuenta del latido positivo-negativo que se instala en la rueda zodiacal. Exteriorizo, interiorizo. Diástole, sístole. El fuego emerge con toda su fuerza en Aries, luego la energía debe acumularse de nuevo hacia el interior en Tauro, para volver a salir en Géminis y así sucesivamente. El latido de este ritmo es realmente fruto de la experiencia humana, como la necesidad de exteriorización en verano frente a la hibernación en invierno.
El zodíaco representa un viaje, una verdadera danza en la que se añaden características propias del código de interpretación: los 4 elementos se expresan de forma particular y totalmente natural. El fuego se expresa, siempre con un mínimo o un máximo de humo. Puede ser un fuego acogedor y caluroso en la chimenea, o una enorme conflagración destructiva e imparable. El fuego es energía. El agua absorbe, a veces inunda. Parece suave, pero con el tiempo puede atravesar la roca más dura. Es sensibilidad. El aire transporta, viaja, comunica. Puede ser la suave brisa de la paz o la tormenta más devastadora. Es mental. La tierra nutre. Fertiliza, produce y nutre. Puede construir casas y pueblos, y nutrirlos, pero también puede sacudir y hacer sacudir. Es cuerpo y materia.
Los cuatro elementos son la vida, y el zodíaco es la rueda de la vida. Cada etapa nos enseña. Cada signo representa una etapa, un conjunto de aprendizajes donde hay máximos y mínimos propios de cada uno.
La energía se manifiesta como nacimiento en Aries, donde es pura, simple y espontánea. Es el big bang. Después, la energía se enfría y se convierte en Tauro. Se convierte en materia, cuerpo, masa. Se convierte en forma. Luego la forma se enriquece para convertirse en información, vínculo, intercambio, comunicación. En Géminis, conocemos el universo en su aspecto mental. Y de nuevo en un nuevo punto cardinal, entramos en Cáncer, donde se contempla un nuevo ángulo: el de la interioridad. Es entonces cuando aparece por primera vez la psique, una identidad no basada en el individuo sino en la pertenencia. Identidad basada en el afecto y la memoria. Identidad tribal. A continuación, la rueda zodiacal sigue enriqueciéndose en Leo, donde el individuo adquiere más confianza para lanzarse a la búsqueda del Yo individual, antes de tomar conciencia de pertenecer a algo mucho más grande y complejo en Virgo. Aquí, el zodíaco toma conciencia de que nada está separado, que todo forma parte de un sistema más complejo en el que cada partícula tiene una función precisa. Entonces, la segunda parte del zodíaco entrará en polaridad con la primera, y a partir de entonces nos hará conscientes de otra enseñanza fundamental: cuanto más nos alejamos del origen y de la simplicidad, de la espontaneidad, más avanzamos hacia la riqueza de la complejidad. Esto sí que es sabiduría zodiacal, y nos permite comprender cómo las posibilidades psicológicas, a medida que evolucionamos dentro del zodíaco, tendrán más posibilidades de manifestarse. En Libra llega el Otro. El espejo, el reflejo, el Otro como complemento. Me descubro a mí mismo compartiendo. En Libra, descubro el otro lado del Ser, y me abro a una totalidad profundamente dual, a imagen del Tao. Y si busco la armonía y la paz, prosigo esta búsqueda intentando abrirme a una totalidad mucho más profunda y emocional en Escorpio. Aquí, la Serpiente se convierte en Águila a través del Dragón, con toda la exploración de la sombra, del inconsciente y de la información que ha estado encerrada en las tumbas del submundo subconsciente. Entonces tendrá lugar la gran confrontación interna, que dará vida a la liberación y al renacimiento o permanecerá atrapada en el conflicto para siempre. Entonces el zodíaco continuará su viaje en Sagitario con fluidez, ligereza y fe hacia un camino de resolución, comprensión y síntesis, a riesgo de caer en lo estrecho, lo ciego y lo dogmático. Sagitario cabalgará hasta el pie de la montaña donde le espera la arcaica cabra con cola de pez (Capricornio). Entonces llega la necesidad de enfrentarse a la realidad tal como es, desprovista de emoción y dulzura, para alcanzar las cumbres de la experiencia y adquirir el poder del Tiempo, a riesgo de hundirse en el olvido y en la tristeza de una soledad tan infértil como el propio desierto. En la cima de la materialización y la apropiación de la estructura misma de todo aprendizaje, Capricornio descubrirá que no está solo y que no está condenado a las leyes que ha creado, y entonces llega Acuario, la esencia misma de una nueva creatividad donde la experiencia individual se convierte en constelación, la soledad se transforma en comunidad y las condiciones de la realidad en utopías llenas de libertad. La materia se convierte en energía, y la energía alcanza su más alto nivel de sensibilidad en Piscis, donde el individuo se disuelve en la resonancia colectiva de una búsqueda trascendental dirigida hacia la unificación de todas las fuentes. Todas las aguas vertidas por los aguadores vuelven al océano colectivo e inspirador de Piscis. Entonces vuelve Aries, como siempre vuelve la primavera después del invierno....
Seguir el zodíaco significa comprender un ciclo que no tiene principio ni fin.
Otra verdad revelada por el zodíaco es que el talento conlleva automáticamente un perjuicio a cambio. En otras palabras, si Aries posee una inmensa capacidad de acción y espontaneidad, su capacidad de reflexión será muy limitada. Para todos los signos, es evidente que ciertas cualidades acarrean dificultades al otro lado del eje. Por ejemplo, si Capricornio puede calcularlo y medirlo todo con un perfecto conocimiento de las leyes de la realidad, reconocer su sensibilidad y sus emociones le resultará muy difícil. Del mismo modo, si Cáncer es tan imaginativo, sensible y afectivo, su razonamiento será muy subjetivo. Un talento implica un detrimento.
El zodíaco también enseña que no existe lo bueno o lo malo, lo inferior o lo superior. No tiene sentido decir que un signo es mejor que otro; todos aportan una pieza al rompecabezas, todos son un fragmento del Todo.
En cualquier caso, ningún ser humano encarna a un signo zodiacal, sino a todos ellos, en algún lugar de su carta. Pero sin duda, a veces tenemos grandes condensaciones apuntando a un eje preciso de la carta, que le darán cierto protagonismo y desequilibrarán el resto de la carta.
El zodíaco sigue siendo la base de la Astrología, esta rueda que constituye el conocimiento primario de la interpretación, el vocabulario inicial del lenguaje astrológico. Estudiar y comprender el zodíaco proporciona mucho más que una visión inicial de la Astrología, sino un conocimiento que puede ayudarnos a entender por qué no podemos exigir que los demás nos comprendan o se adhieran a nuestra realidad o verdad. Cada fragmento del zodíaco implica una visión propia, y al comprender la riqueza que contiene podemos recorrer un camino de altruismo y tolerancia.
Comentarios